Se confirma, los polacos conducen fatal. Hoy he temido por mi vida cuando el conductor del autobús Krakow-Rabka aceleraba en las curvas, se saltaba los cedas, hablaba por teléfono y se giraba para hablar con su amigo sentado detrás de él. A pesar de todo esto he llegado viva.
Eso sí, quemada y roja como un cangrejo porque, aunque en Rabka estemos pasando frío en Cracovia se están asando como pollos. Y así me ha pasado, que yo iba incluso con el abrigo por si las moscas y he pasado un calor que no se puede describir.
El sábado fuimos a Cracovia en bus, ¡menudo madrugón!
Es una ciudad muy bonita. Vimos la Barbacana, el casco antiguo, dimos una vuelta por el barrio judío y vimos el castillo Wawel y su dragón. Andamos mucho mucho mucho y como nos sobró tiempo nos sentamos al lado del río a descansar.
Nos ha quedado pendiente el gueto judío y la fábrica de Schindler, pero volveremos.
Comimos en un bar de leche llamado "Pod Filarkami". Supongo que algunos diréis ¿qué son los bares de leche? Pues son bares de autoservicio cuyo menú son principalmente derivados de la leche. Según me han contado estos son los bares a los que iban a comer los obreros, por este motivo son muy baratos. Yo comí pierogi (estos eran de queso dulce con azúcar y me gustaron menos, yo los pedí pensando que serían de queso salado pero no :( ) y compartí con mi compi lo que se suponía eran croquetas, pero a mi me recordaban más a un rollizo de primavera solo que en vez de frito, rebozado, aunque estaban muy ricas y eran de col y setas.
Y nos alojamos en un albergue justo en frente de la Barbacana por unos 6€. El albergue estaba genial. Yo dormí en una litera y como estábamos en frente de la barbacana tuve sonido de fuente y piano gratis hasta ya entrada la noche :)
Al volver de recorrer la ciudad y después de descansar en nuestro albergue, fuimos a dar una última vuelta por la Barbacana y el casco antiguo mientras nos comíamos un rico helado (creo que últimamente estoy comiendo demasiados helados...)
Día 5: Oswieçim/Auschwitz
Después de la caminata del sábado nos ha parecido poco y hemos seguido con nuestros planes de ir a Auschwitz.
Es un sitio que impresiona, y no para bien. Es impactante la maldad que podemos contener los seres humanos, las cosas que somos capaces de llegar a hacer.
Una de las primeras cosas que he visto al hacer el recorrido es esta frase:
"Aquellos que no recuerdan el pasado están obligados a repetirlo" George Santayana
Esa frase marca toda la visita. No es una visita agradable y ha habido momentos en los que he tenido que mirar a otro lado por la dureza de las imágenes o las palabras. Sin embargo creo que es una visita que debe hacerse para ser conscientes de hasta donde podemos llegar y sus consecuencias.
Me ha impactado saber que algunos de los responsables de esas masacres vivían con sus familias allí mismo, y que en sus casas ejercían de padres modelo con la tranquilidad y la calma de quién, en lugar de trabajar masacrando personas, trabaja vendiendo relojes.
Me alegra no ser capaz de entender que pasaba por las mentes de aquellas personas, que retorcidas ideas tenían por las cuales veían apropiado hacer sufrir gratuitamente.
En Auschwitz nos han contado la historia de un monje que se ofreció voluntario a morir para salvar a un padre de familia. Según nos han contado, esto era una cosa insólita, pues las penurias sacaban lo peor de las personas. A este hombre se le hizo santo (podéis ver una placa en su honor en las fotos).
Y es que al final, como nos ha repetido la guía una y otra vez, lo último que se pierde es la esperanza.
Y es que al final, como nos ha repetido la guía una y otra vez, lo último que se pierde es la esperanza.
Y con estas reflexiones marcho a dormir después de este fin de semana tan lleno de emociones y con mis pies agotados.
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